lunes, 13 de abril de 2009


Amistad. Palabra con tantos significados como seres humanos habitamos el mundo. Eso que para algunos es indiferente, para otros fundamental. Esa primer relación humana fuera del ámbito familiar. Única relación, tal vez, en la que se hable de amor puro, un amor distinto. No envidio a mi amigo, no lo odio, no lo hiero, no lo juzgo, no lo desprecio. Pero sí que lo acompaño, lo aliento, lo cuido, lo enaltezco, lo amo. De una forma en que no estoy acostumbrado a decirlo, pero lo amo. Así de simple.
¿Por qué lo amo? Simple.
Es la única persona que teniendo la oportunidad de elegir a alguien para acompañarlo en todas, me eligió a mí. Un ser humano entre tantos millones. Que no pretende cambiarme, aunque sabe que tengo millones de defectos; pero me quiere así. Y es el que habiéndome elegido, supo esperar lo suficiente como para que yo lo eligiera a él. Es el que tiene la certeza de que no soy perfecta, pero se la banca. No pretende de mí más de lo que puedo darle; y si lo hace, bien por él que se aguanta el que yo no cambie.
Es al que cagué. Sí, lo cagué. En algo grande o en una boludez. Pero lo hice. Me pidió algo y no lo hice, no estuve cuando me necesitaba, no le di lo que debía, le saqué algo que era suyo, etc. Y me perdonó. ¿Sabés por qué? Porque es mi amigo, y también me ama. Sabe que no lo hice por herirlo, simplemente no me controlé. Le importó, claro. Pero lo que sentimos uno por el otro es más importante. De más está decir que me perdonó, que sepultó en el olvido eso malo que hice, que borró ese feo recuerdo de un amigo lastimándote.
Es el que me escuchó. Me había peleado con alguien, me sentía mal, me dolía algo, no entendía el porqué de otra cosa, necesitaba expresarme simplemente. Y estuvo ahí, a mi lado, delante o detrás de mí. Me hizo sentir comprendida, atendida, acompañada, importante. Yo hice lo mismo. Sabe que cuando necesite tan sólo una oreja puedo prestarle la mía. Aunque si necesita oídos o consejo, más que nunca voy a estar allí. Orejas son muchos. Oído y consejo es tu amigo de verdad.
También es aquél al que acompañé a todos lados y en todo momento. Obvio que hizo lo mismo conmigo. Al médico, al concierto que no iba nadie más que yo, a practicar ese deporte que a él solo le puede gustar. En fin. Es el que está presente en todos y cada uno de los momentos de mi vida, se encuentre o no a mi lado físicamente. Es el que si está lejos, llama para saber cómo te fue. Nunca vas a entender cómo, pero cuando vos te sentías terriblemente mal, se conectó y te preguntó como estabas. Es esa persona con la que te conectás de una manera tremendamente profunda y, a la vez inexplicable.
No sé si tengo en claro el por qué. Pero lo adopté como parte de mi familia. Es mentira eso de que a la familia no se la puede elegir. ¡Mirá a mis amigos! Ellos son una familia de verdad, elegida mutuamente, compañera en todo momento, comprensiva como muy pocas. Ellos son los que llueva, truene o relampaguee, van a estar ahí, alentándome a comenzar, seguir o dar por terminado. Son los que pase lo que pase van a encontrar la excusa perfecta para encontrarnos. Los que puede pasar años y años, separarnos cientos de kilómetros, y va a ser como si estuvieran a nuestro lado. Cada abrazo va a ser el mejor, cada beso el más tierno, cada palabra la más indicada, cada sonrisa la más contagiosa, cada lágrima la más amarga, cada locura la más espectacular, cada salida la más divertida. Y así con todo. Tienen esa magia los amigos. La de hacer todo más intenso, mucho más. Y tan único que ni siquiera sé como puedo explicarlo. Qué loco.
Este texto no expresa realmente con mucha exactitud todo lo que siento por ustedes. Pero sin embargo, aquellos viejos y nuevos, que veo siempre o nunca, que comparte o no mis gustos, simplemente son parte de mi familia escogida de manera especial. Se ganaron un lugar inmenso en mi corazón y en mi vida. No los cambio por nada. LOS AMO

viernes, 3 de abril de 2009

Yo no soy esa mujer


Tienes una falsa idea del amor. 
Nunca fue un contrato ni una imposición
.
Y aunque te quiero cada vez más,
de un modo que no puedes ni sospechar:
Yo no soy esa mujer que no sale de casa
y que pone a tus pies lo mejor de su alma.
No me convertiré en el eco de tu voz en un rincón.
Yo no soy esa mujer

Cambia tu manera de pensar en mi
o verás como no me encontraras aquí
.
Aunque se rompa mi corazón
te obligaré a que entiendas esta lección

Yo no soy esa mujer que no sale de casa
y que pone a tus pies lo mejor de su alma.
No me convertiré, en el eco de tu voz
en un rincón. Yo no soy esa mujer,
esa niña perdida.

La que firma un papel y te entrega su vida.
Nunca me verás llorar, aunque sienta deseos más de una vez.
Yo no soy esa mujer.
Aunque se rompa mi corazón
te obligaré a que entiendas esta lección. Yo no soy esa mujer
que no sale de casa y que pone a tus pies lo mejor de su alma.

No me convertiré en lo que tu quieres, no. En lo que prefieres, no.
Esa niña consentida, mimada o perdida.

Yo no soy esa mujer, esa chica que baila.
Baila al son de tu vida y también de tu alma.

Nunca
me verás llorar, no, no, no.
Nunca
me verás caer, no, no, no.
Nunca
me verás perdida, llorando, consentida, no.
Yo no soy esa mujer que no sale de casa
y que pone a tus pies lo mejor de su alma.
No me convertiré, en el eco de tu voz en un rincón.

Yo no soy esa mujer, esa niña perdida.
La que firma un papel y te entrega su vida.
Nunca
me verás llorar, aunque sienta deseos más de una vez.
Yo no soy esa mujer.

miércoles, 1 de abril de 2009

Reflexiones de hoy


No es cierto que si comés a besos a una persona la noche se hace más corta, aunque sí lo es el que uno solo no se basta a sí mismo ni a nadie. Es duro a veces enfrentarse con la realidad: todo tiene un final, aunque no sea el final feliz de los cuentos de hadas.
Y lo peor de todo no es apreciar eso, sino el hecho de que la persona que hizo las cosas mal fuiste vos. Obvio que el otro también hizo sus cosas, pero la peor parte la interpretó tu persona. Vos, que te creías tan seguro, tan independiente, tan fuerte y tan brillante en todo. Ahora te sentís intranquilo; necesitás hablar todo el tiempo con alguien, estar en tu casa, sentirte acompañado; de pronto te asaltan mil dolores, no sabés porqué ni de dónde, pero ahí aparecen; y por si fuera poco, ves todo más oscuro que en un campo a la noche. Y te duele, te lastima, te enferma, te hace sufrir, te provoca rechazo, te hace sentir mal. Qué loco, ¿no? Porque te das cuenta de que el origen de todo eso sos vos.
Y he aquí que empezás a buscarle la solución a todo eso. Lo hablás con la gente en la que confiás, le contás hasta a los que casi no te conocen, todo para sacarte un poco de angustia de adentro. Pero no alcanza: el trabajo empieza desde adentro, desde tu interior; pero no del corazón, desde la mente. Ahí se encuentran los más grandes misterios de tu persona. Ahí es donde se encuentran las respuestas, las verdaderas emociones y sensaciones, los sentimientos. Es ahí donde uno puede darle mil y una vueltas a las cosas, analizar y reanalizar los sucesos, reflexionar, evaluar posibilidades y soluciones con sus correspondientes consecuencias. Es en ese lugar en donde sentís que todo se cae más abajo aún, que no encontrás salida ni solución alguna. Y te resignás, dejás todo librado al azar, que sea lo que tenga que ser.
Error.
Desde ahí tendrías que empezar a controlarte a vos mismo. ¡Se puede! Aceptá lo que te pasa como algo que tenía que suceder. No te lamentes por lo que pasó. La vida está llena de presentes que hay que vivir minuto a minuto, momento a momento. Lo que hiciste, fue. Y lo que vaya a pasar depende de lo que hagas ahora. Por eso, ¡no te inmovilices! Trabajá en el hoy por el hoy mismo, tené confianza en que todo lo bueno que das ahora va a volver con creces en el futuro. La vida recompensa absolutamente todo, lo bueno y lo malo. Y si te lo digo es porque lo sé, porque me pasó. Porque me sacó cosas pero también me dio.
Es simple: las cosas no se dan por algo, sino PARA ALGO. Y ese es el sentido de la vida para mí. Confiar en que todo va a pasar, en que algo mejor me espera en poco tiempo. Y tener la seguridad, por sobre todas las cosas, de que la única persona autorizada para juzgarme, soy yo misma.