sábado, 11 de julio de 2009

Éste soy yo


Es difícil pararse ante el resto y decir: "Éste soy yo". Más aún, sabiendo que no a todos les va a gustar tu identidad. Y aunque sepamos desde siempre que no podemos agradarle a todo el mundo, nos esforzamos irremediablemente por hacerlo. ¿Estupidez? ¿Necesidad de aprobación? ¿Necesidad de estima? ¿Autoestima alta? No lo sé realmente, la respuesta debe variar según la persona.
Pero si sabemos que es un esfuerzo vano, ¿por qué lo hacemos? Deben existir, de seguro, muchas otras ocupaciones hacia las que orientar nuestros esfuerzos. Pero ahí nos tienen, intentamos agradar. Aún a cuestas de dejar de ser nosotros mismos, de apagar nuestros sueños, de dejar de lado nuestro carácter, de ser sólo un personaje (dejando de ser persona). ¿Para qué? Para agradar. ¿A quién? Al resto. ¿Para qué? Siempre volvemos a lo mismo.
Y aunque nos proponemos vivir a nuestro modo, tenemos al mundo exigiéndonos un comportamiento adecuado, acorde al que se espera de nosotros. Pero no podemos saber ciertamente cuál es. Cada quien espera algo distinto de nosotros. Es por eso que intentamos conformar a todos.
Habrá quien dice: "Yo logré conformar a todos". Habrá que hacerle la pregunta: "Y a ti mismo, ¿te has conformado?" Veremos inmediatamente una expresión dubitativa en su rostro, la persona se tomará un momento para analizar qué responder, y lo hará de forma negativa.
Díganme, ¿qué sentido tiene agradar a los otros si no nos agradamos a nosotros mismos? He aquí mi repuesta: ninguno. Y sin embargo lo hacemos. Pues bien, daré algunas razones para dejar de intentar esta hazaña inútilmente.
Siempre agradaremos a la mitad de las personas que nos conozcan y no lo haremos a la segunda mitad. ¿Saben por qué? Porque a nosotros mismos nos agrada la mitad de las personas que conocemos y no la otra mitad. Es simple, lo que a algunos les gusta es detestado por otros y viceversa. Ejemplos de esto son asuntos tales como asignaturas académicas, equipos de fútbol, ideologías políticas, costumbres, deportes favoritos, actitudes frente a los problemas, música preferida, etc. Aunque no parezca, muchas veces cambiamos nuestra postura ante otros sobre los temas mencionados anteriormente, sólo para agradar. Pero cada vez que dejamos de lado nuestra opinión, estamos renegando de nuestra propia esencia y, por tanto, de nosotros mismos. Nos transferimos automáticamente a un segundo lugar en nuestras vidas.
Aseguro que conlleva un gran desgaste el adaptarse a los gustos ajenos, ya que cambiamos nuestra forma de ser/pensar/sentir con la intención de agradar. Eso significa ser alguien que no somos, es como si trabajáramos de actores las 24 horas del día, y encima sin un salario a cambio. Nos agotamos mentalmente al debatirnos entre dos (e incluso más, muchas más) personalidades. Esto se debe a que debemos recordar y hacer lo que agrada a cada quien para conformarlo.
Nada otorga una retribución más negativa que dejar de ser nosotros mismos. ¿O acaso no extrañan a ese chiquillo que adoraba andar en bicicleta? ¿No desean volver a ser ese joven que no pensaba en trabajar? ¿No les gustaría dejar de lado cualquier preocupación y vergüenza, sólo para bailar de la forma más alocada y placentera, sin importar la burla del resto? ¿No desearían confesarle a una determinada persona que están enamorados de ella, sin temor a la risa o reacción que pudieran provocar? Estos son sólo algunos ejemplos...
Ser nosotros mismos es lo mejor que podría pasarnos. Ser como nos plazca por el mero hecho de disfrutarnos un poco más. Decir lo que pensamos porque es tan valedero como la opinión del otro. Escuchar la música que más nos guste, sin temor a la calificación que pueda hacerse de nosotros. Estudiar lo que nos gusta, sin miedo a los reproches de nuestros padres, amigos o familiares. O no estudiar si no queremos. Luchar por nuestros sueños, aunque se vean absurdos ante los ojos ajenos. Seguir una pasión, considerada sin sentido por muchos. Arriesgarnos a perderlo todo, sin sufrir los reproches de quienes se encontraban a la expectativa. Jugar como un niño aunque se tengan responsabilidades de adulto. Ser quien queremos ser. ¿Y quién queremos ser? Ese es otro asunto, está en cada uno la respuesta.
Pero créanme lo que les digo: A LA ÚNICA PERSONA A QUIEN DEBEMOS AGRADAR ES A NOSOTROS MISMOS, PORQUE SÓLO CON NOSOTROS MISMOS CONVIVIREMOS TODA NUESTRA VIDA.