lunes, 20 de septiembre de 2010

Pensamiento estratégico y el Bambú Japonés

No hay que ser agricultor para saber que una buena cosecha requiere de buena semilla, buen abono y riego constante.
También es obvio que, quien cultiva la tierra, no se para impaciente frente a la semilla sembrada y le grita con todas sus fuerzas: "Crece, maldita seas".
Hay algo muy curioso que sucede con el bambú japonés y que lo convierte en no apto para impacientes: siembras la semilla, la abonas y te ocupas de regarla constantemente; durante los primeros meses no sucede nada apreciable. En realidad, no pasa nada con la semilla durante los primeros siete años, a tal punto que un cultivador inexperto estaría convencido de haber comprado semillas infértiles.
Sin embargo, durante el séptimo año, y en un período de tan sólo seis semanas, la planta de bambú crece más de ¡30 metros!
¿Tardó sólo seis semanas en crecer? NO. La verdad es que se tomó siete años y seis semanas para desarrollarse. Durante los primeros siete años de aparente inactividad, este bambú estaba generando un complejo sistema de raíces que le permitirían sostener el crecimiento que iba a tener luego de siete años.
En la vida cotidiana, muchas personas tratan de encontrar soluciones rápidas, triunfos apresurados, sin entender que el éxito es simplemente el resultado del crecimiento interno y que éste requiere tiempo. Quizás por la misma impaciencia, muchos de aquellos que aspiran a resultados a corto plazo, abandonan súbitamente, justo cuando estaban a punto de conquistar la meta.
Es tarea difícil convencer al impaciente de que sólo llegan al éxito aquellos que luchan en forma perseverante y saben esperar el momento adecuado. De igual manera, es necesario que en muchas ocasiones estemos frente a situaciones en las que creemos que nada está sucediendo, y esto puede ser extremadamente frustrante.
En esos momentos, debemos recordar el ciclo de maduración del bambú japonés y aceptar que, en tanto no bajemos los brazos ni abandonemos por no "ver " el resultado que esperamos, sí está sucediendo algo dentro nuestro: estamos creciendo, madurando, echando raíces.
Quienes no se dan por vencidos, van gradual e imperceptiblemente creando loa hábitos y el temple que les permitirá sostener el éxito cuando éste, al fin, se materialice.
El triunfo no es más que un proceso que lleva tiempo y dedicación. Un proceso que exige aprender nuevos hábitos y nos obliga a descartar otros. Un proceso que exige cambios, acción y formidables dotes de paciencia.