viernes, 8 de marzo de 2013

Peleas

Soy lo que puedo y lo que me sale. Lo que aprendí y me enseñaron. Soy eso que conociste y aceptaste, aún con mis malos momentos.
También te acepté, desde el primer momento. Sos quien sos y no pretendo cambiarte. Ni puedo. Y es ese no poder el que tanto me duele. Naciste así, así te hicieron, así creciste, así te acepté.
Hay gente que desarrolla la capacidad de ponerse en el lugar del otro, de comprenderlo, de dejar de lado lo propio para experimentar lo ajeno. No es tu mayor virtud. No es, tampoco, tu mayor defecto. Es simplemente algo que te haría aún mejor, que nos uniría más, que nos ahorraría sufrimientos.
La capacidad de ponerse en el lugar del otro implica una sensibilidad extrema, y una entrega a los demás de las que muchos carecen. Sentir lo que siente la otra persona es imposible y, aún así, factible.
Sabés desde siempre lo mal que me hace esto, cuánto me apaga, cómo me hiere, todo lo que derriba en mi interior. Has visto los efectos colaterales de mis angustias, de mis encierros, de mis torturas. Me conocés como nadie y así y todo actuás como si no me conocieras.
Cuánto me duele, cuánto me golpea, no poder sentirte tan cerca como estábamos hasta ayer.