viernes, 13 de agosto de 2010

Adiós

Se acabó y está decidido. ¿Será lo correcto? No puedo garantizártelo, pero es lo que siento y no hay vuelta atrás.
Si bien es difícil cerrar esta puerta, que permaneció abierta por tanto tiempo, es hora de decir adiós. De despedirme. Los recuerdos y una parte del corazón luchan por revertir la situación, pero es arde. Los sentimientos me abandonaron, mi mente ya no me apoya y las dudas me atosigan. Definitivamente, es hora de partir.
Atrás quedarán momentos maravillosos e irrepetibles. Atrás queda el sonido de tu voz, el brillo de tu sonrisa, el calor de tus brazos, la profundidad de tu mirada verde. Es que tanto tiempo compartido (sí, de cierta forma lo compartimos) remando sin remos, llegando a ninguna parte, terminó por agotar mi espíritu aventurero ansioso de emociones.
Nunca ha sido fácil, el corazón cegaba a la mente; el optimismo, a la realidad. Veía sin ver que se secaba el cariño que tan rápidamente logré sentir por ti. El tiempo hizo lo suyo, nos ha distanciado y quitó las ganas de compartir nuestras tardes. Pero las personas también tenemos nuestras responsabilidades: nunca hubo iniciativa hacia el compromiso ni ganas de esforzarnos un poco más.
Guardaré la llave en un lugar seguro y quitaré la cerradura. Esta puerta no se abre más. Si lo deseas, puedes golpear otra y tal vez te abra, porque te estaré esperando. Pero tú no me esperes, porque no volveré. Sin embargo, te estaré mirando a través de la ventana de mi alma, que permanecerá abierta por si queremos asomar.
Cerrar etapas no es fácil, pero sí necesario para crecer, evolucionar, encontrar nuevos rumbos, cumplir nuevos objetivos, comenzar una nueva vida.
Es por todo esto que, más que apoyar el que "cuando una puerta se cierra otra se abre", adhiero a que cuando una se cierra, se abren varias ventanas... entre las que podemos elegir.